Con motivo del Día Internacional Contra la Violencia de Género que se celebra el 25 de noviembre, la regidoria d’Igualtat, Diversitat i Polítiques Inclusives en colaboración con la Universitat Popular de Gandia me invitaron a realizar una exposición. Esta misma muestra se inauguró el 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, en Quatretonda, pueblo valenciano que desarrolla un amplio programa cultural a lo largo del año, gracias a un grupo de jóvenes y dinámicos concejales.
De las obras realizadas para la exposición traigo aquí una selección, se trata de retratos de mujeres que pertenecen a obras famosas de la historia de la pintura, manipuladas digitalmente. Formalmente el concepto es sencillo y sin demasiadas pretensiones, salvo que los añadidos sean coherentes con el estilo de la pintura original. Bien es verdad que en un par de casos no he podido contenerme y he estirado la anécdota.
La primera decisión para iniciar el proyecto era concretar un tema y buscar la “voz” más adecuada. En los últimos tiempos casi se ha impuesto en la cartelería y el diseño publicitario de las efemérides relacionada con las mujeres un estilo amable, de bellos y atractivos rostros femeninos muy de ilustración. En mi caso he decidido recuperar el carácter reivindicativo, más crítico y contundente. También me apetecía insistir en cuestionar la supuesta veracidad de la representación y, al mismo tiempo, recriminar sobre el dominio patriarcal a lo largo de toda la historia del Arte, hasta estudios muy recientes, la mujer no existía. Actualmente hemos empezado a conocer, por su propio nombre, un número considerable de mujeres que fueron grandes creadoras pero sus obras se atribuían, con absoluta impunidad, a hombres.
Los trabajos expuestos muestran estos retratos manipulados con la intención de impactar las conciencias de los observadores y reflexionar sobre la parte visible (oficial) y la parte invisible (privada) de las mujeres. Hasta la llegada de la fotografía se consideraba que la virtud primordial de las artes plásticas era la representación fidedigna de la realidad, y es cierto que nos proporcionan información valiosísima sobre algunos aspectos parciales de las formas y las costumbres sociales. Pero, a menudo, asistimos a una representación idealizada que valora ciertos aspectos de la realidad que construye mientras se invalidan otras. Por qué el artista no pinta lo que ve sino aquello que sabe, las convenciones que aprende. Obviamente la obra de arte habla a menudo en nombre del discurso dominante en la sociedad en la cual fue creada y es, por lo tanto, un producto cargado ideológicamente. En toda la historia del arte, incluso en la actualidad, el cuerpo de la mujer tiene una importantísima visibilidad como objeto de la representación, pero en la condición de estereotipo canonizado, la opresión sexual soportada secularmente por las mujeres permanece profundamente ausente. Actualmente ya no es posible vivir al margen de esta injusticia, hemos tomado conciencia de la gravedad y tenemos, toda la sociedad, la obligación de actuar y de darle visibilidad. Estos retratos manipulados pretender subvertir, en la medida de lo posible, las convenciones y provocar, en aquellos que los miran con curiosidad, un toque de atención y una invitación a la reflexión crítica.